El cine está a medio camino entre una expresión artística y un producto de consumo masivo. Las grandes superproducciones de Hollywood de los años 50 (como "Los Diez Mandamientos" o "Ben-Hur"...) fueron mucho más que obras de arte: fueron auténticas máquinas de ganar dinero.
El método que empleaban estas superproducciones para triunfar era bastante rudimentario, hablando en términos de marketing: busca una historia grandiosa, contrata a los actores de moda y… a esperar.
En los años 70 una película cambió la forma en que se concebía y promocionaba una película de éxito. "Jaws" (titulada "Tiburón" en varios países de habla hispana) es la historia de cómo la combinación de talento, capacidad de adaptación y determinación pueden resultar en un producto grandioso.
Un director novel
Corría el año 73. Steven Spielberg era un prometedor director de 27 años, con tan solo dos películas de bajo presupuesto a sus espaldas: la inquietante y efectiva “Duel” (traducida como “El diablo sobre ruedas”) y “The Sugarland Express".
Spielberg se encontraba en un momento crítico de su carrera. Necesitaba demostrar que era capaz de afrontar un proyecto con un presupuesto serio. Los productores Richard Zanuck y David Brown tenían puestos los ojos en su talento y querían darle la oportunidad que andaba buscando. Ésta se presentó por accidente.
Zanuck y Brown se proponían llevar a la gran pantalla una novela escrita por Peter Benchley, escritor que, a punto de abandonar su carrera literaria, escribió una novela sobre un solitario tiburón blanco con una extraña obsesión por acosar a los bañistas de un pequeño pueblo costero. Benchley obtuvo un enorme éxito.
Inicialmente Zanuck y Brown ofrecieron la historia a Dick Richards, un director consolidado, pero tras una conversación y ante las dificultades de Richards por diferenciar una ballena de un tiburón, optaron por apartarlo del proyecto y dar una oportunidad a Spielberg.
Un inicio de rodaje precipitado
El gran éxito de la novela de Benchley hizo que los productores presionasen a Spielberg para iniciar el rodaje pese a no tener muchos aspectos cerrados, con el fin de aprovechar el momento.
No tenían un guión definitivo, faltaba cerrar el reparto de actores, no se habían planteado cuestiones técnicas importantes… Sólo tenían la historia y el director. ¡Y qué director! Spielberg es un genio, hoy lo sabemos. Uno de esos pocos directores capaces de contentar a público y crítica. Pero todos los genios tienen una fuerte personalidad y Spielberg no era una excepción. El director quería tener un control total sobre la película y decidir todos los detalles de la misma. Su carrera estaba en juego y quería ser dueño de su destino.
Elegir el reparto no fue tarea fácil. Varios actores (como Lee Marvin) rechazaron participar. Y algunas de las sugerencias de los productores para el papel protagonista fueron rechazadas por el propio Spielberg, entre ellas la de Charlton Heston, el héroe por antonomasia de la época. Heston en aquel momento era sinónimo de éxito, pero Spielberg no quería un tipo duro sin más para su personaje principal (el Sheriff que persigue al tiburón) sino alguien que pudiese mostrarse vulnerable. Roy Scheider fue la arriesgada apuesta de Spielberg, que junto a Richard Dreyfuss y Robert Shaw formarían un trío estelar.
Con esa tripleta de actores y un proto-guión Spielberg se lanzó al rodaje. Escribiría sobre la marcha, algo difícil en un rodaje técnico (con efectos especiales) como iba a ser Tiburón. Para ello Spielberg contó con Carl Gottlieb, guionista de comedia televisiva. A ojos de los productores era una locura, pero fue otro acierto del joven director. Gottlieb dio profundidad a los personajes e incorporó un tono de humor sorprendente en una historia de estas características. Suya es la célebre frase del Sheriff al ver por primera vez el tiburón: “Vais a necesitar un barco más grande”.
Una película sobre un tiburón, sin tiburón
El tiburón era el elemento central de la historia. Y el mayor quebradero de cabeza de Spielberg.
Los productores habían calculado un presupuesto modesto para la película; a fin de cuentas, sólo se necesitaba un tiburón amaestrado. El rodaje estaba en marcha cuando Zanuch y Brown descubrieron que los tiburones no se pueden amaestrar.
Sólo quedaba la opción de crear un tiburón mecánico, algo nunca visto y que desde luego no iba a ser barato. Los productores querían invertir en estrellas de cine para dar más impacto publicitario a la película, no en artilugios mecánicos, pero no había otra solución: necesitaban inventar un tiburón-autómata.
Encontrar un especialista capaz de crear un tiburón mecánico fue muy difícil. Los más reputados expertos rechazaron el encargo ante el temor de fracasar en un proyecto tan incierto. Sólo un especialista ya jubilado y sin nada que perder, Bob Mattey, accedió. Mattey había creado atracciones mecánicas para parques de atracciones y un calamar gigante para una adaptación al cine de "20.000 leguas de viajes submarinos". Era lo más parecido a un tiburón que iban a encontrar.
Mattey fue capaz de crear tres tiburones mecánicos gobernados por sistemas eléctricos en un tiempo record. Los probó en tanques de agua y funcionaban. Sin embargo, Sipelberg se empeñó en rodar en mar abierto, contrariamente a la práctica habitual de la época, el rodaje en estudios. De nada sirvió la insistencia de los productores para que Spielberg rodase en tanques de agua. El director se negó y amenazó con abandonar el proyecto si no le dejaban rodar en el mar.
Al llevar los tiburones a mar abierto, el equipo de rodaje descubrió que la sal corroía los circuitos eléctricos y los tiburones fallaban. Mattey se dio cuenta de que necesitaba crear un sistema alternativo, hidráulico… y con el rodaje ya empezado.
Hacer de la necesidad virtud
Spielberg estaba desesperado. Estaba en pleno rodaje y no tenía tiburón. Curiosamente, esta circunstancia probablemente hizo de Tiburón una obra maestra. Spielberg se vio obligado a revisar el guion, retrasando la aparición del escualo en la película. El resultado fue maravilloso: los primeros encuentros con el tiburón se rodaron de forma que el monstruo marino se intuía sin llegar a verse, creando una tensión narrativa única, en el más puro estilo Hitchcock. Y todo ello bien secundado por una brillante banda sonora minimalista, a cargo del inimitable John Williams. Los célebres acordes que acompañaban las apariciones del obsesivo escualo forman parte del imaginario colectivo.
Spielberg reconoció que la ausencia de tiburón le ayudó a crear suspense. Cuando el tiburón aparece finalmente en la película, el público hace rato que está entregado a la historia.
Un desastre organizativo
Spielberg afirma en la actualidad que aún tiene pesadillas con el rodaje de Tiburón. El tiempo pasaba y la película llevaba camino de convertirse en un fracaso histórico que iba a llevarse por delante la carrera de Spielberg y tal vez la cuenta corriente de los productores. El presupuesto se había disparado, el tiempo de rodaje se alargaba, los actores estaban frustrados teniendo que rechazar otros rodajes debido a la demora, lo cual provocó escenas de ira y violencia (por lo visto ver a Robert Shaw colérico no era una escena apetecible). El empeño en rodar en mar abierto obligaba a tener que esperar a que hubiese condiciones meteorológicas aceptables, produjo accidentes (se hundió un barco) y un doble casi se ahogó.
Y sin embargo, el producto era bueno
Cuando finalmente Spielberg afrontó el montaje de la película, una vez superado un ataque de pánico pensando que nunca más le iban a confiar un proyecto, se dio cuenta de que tenía una gran película entre manos. Los primeros pases de prueba ante un público reducido mostraron un público entusiasta con la obra de Spielberg. Tanto sufrimiento había valido la pena.
En aquella época, las grandes películas se estrenaban en Navidad. Lanzar una película en verano era algo poco habitual. Pero los productores no podían demorar más el retorno de su inversión. Y decidieron ser osados: la película era buena, valía la pena correr riesgos. Y a fin de cuentas, cada vez había más cines con aire acondicionado, una de las razones históricas que explicaban porque no se estrenaban películas en verano.
Para lograr que el lanzamiento funcionase, tomaron muchas decisiones que cambiarían la historia del cine. Una de ellas fue determinar que la película se dirigiría a hombres jóvenes, un target arriesgado por su bajo poder adquisitivo. La segunda decisión fue aún más arriesgada: estrenar en muchas salas a la vez, algo habitual hoy en día pero que nunca antes se había hecho. Hasta la fecha, las productoras optaban por estrenar en unas pocas salas y evaluar qué aceptación tenía la película antes de ir a más salas. De esta forma también podían usar el impacto de la crítica para generar más repercusión a medida que se desplegaba la película.
Por otra parte, estrenar en muchas salas requería más publicidad; tampoco era habitual por aquel entonces, se confiaba más en el boca-oreja. Tiburón se estrenó en el doble de salas que la única película que había sido estrenada de forma masiva hasta entonces (El Padrino, 3 años antes) y empleó publicidad en TV, con un spot basado en el suspense, acorde con el estilo de la película.
Un antes y un después
El resultado de tantas calamidades y tanto esfuerzo: la película más taquillera de la historia hasta ser superada por Star Wars en 1977, película que junto a Tiburón configuraron el Hollywood moderno: películas sencillas, de acción y con un sistema de generación de ingresos planificado.
El modelo promocional de Tiburón fue seguido por los grandes éxitos comerciales de los 80. El paradigma había cambiado definitivamente y hoy en día seguimos viendo una y otra vez el mismo modelo: estreno simultáneo, target definido y fuerte inversión publicitaria. Es por ello que Tiburón se considera el primer blockbuster. Y, a diferencia de lo que a menudo sucede en la actualidad, el éxito comercial se edificó sobre una obra maestra de la cultura contemporánea.
Lecciones de esta historia
- El talento es un ingrediente imprescindible en la creación de un buen producto, sea una película o un secador de pelo. Spielberg es un talento único. Y el mérito de los productores fue creer en él.
- Cuando creemos estar ante un gran producto, debemos tener fe en nosotros mismos. Spielberg y su equipo de rodaje se vieron tentados mil veces a renunciar a principios que consideraban esenciales para el éxito, como el rodaje en un escenario real. La perseverancia y la fe en sus ideas les hizo sobreponerse a todas las adversidades.
- Que la capacidad de adaptación es una cualidad fundamental en casi cualquier aspecto de la vida es algo conocido desde que Darwin estableciese su teoría. En la creación de un producto, y más si es innovador, es especialmente cierto. Spielberg hizo de una carencia (la falta del tiburón) la principal virtud de su película.
- El lanzamiento es un momento clave de la comercialización. Un buen producto no siempre se abre paso entre los consumidores por sí mismo. Si nosotros mismos no tenemos fe en nuestro producto, ¿quién la va a tener? Sólo con un esfuerzo adecuado de promoción descubriremos las posibilidades reales del mismo.