El muro de Moore

Tras leer The Clock of the long now, de Stewart Brand, me quedo con el capítulo titulado "El muro de Moore" como mejor resumen de la obra. En breve trataré de explicar el porqué. Pero antes, dejadme que os explique el argumento central del libro.

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Un ahora más corto que nunca

Cualquier persona involucrada en tareas de Marketing y, muy particularmente, en investigación de mercado, habrá notado este efecto: parece que el tiempo se acorta. Los ciclos de vida de los productos cada vez son más breves. Las empresas deben ponerse a trabajar en la sustitución de sus productos tan pronto estos se lanzan al mercado, en una espiral de lanzamiento y restitución totalmente enloquecida. El mercado, que es lo mismo que hablar de las personas, así lo demandan.

Llevado a la gestión empresarial, este ritmo requiere una tarea directiva extremadamente flexible. Los planes estratégicos a 5 años vista han pasado a mejor vida. Es más, muchas compañías empiezan a abogar por suprimir todo tipo de planificación anual, implantando modelos de gestión altamente flexibles, capaces de adecuarse al ritmo de los tiempos que vivimos.

Según Stewart Brand, esta realidad no es más que un reflejo de un momento crítico que la humanidad está viviendo. No se me ocurre mejor forma de resumir este concepto que empleando una frase del primer capítulo de su obra:

"La civilización está acelerándose a sí misma en una obsesión patológica hacia el corto plazo. Esta tendencia puede venir de la aceleración de la tecnología, de la perspectiva de cortas miras que impone la economía regida por el mercado, de la política orientada a las próximas elecciones propia de los sistemas democráticos o de las distracciones provocadas por la creciente actividad multitarea de las personas. Todos estos factores van en aumento. Necesitamos algún tipo de corrección, de contrapeso frente al cortoplacismo, algún mecanismo que promueva la mirada a larga distancia y la asunción de la responsabilidad a largo plazo, donde largo plazo significa pensar en términos de siglos."

Sólo importa el ahora, el ser humano vive como si no existiese pasado ni futuro. Es una tendencia ciertamente peligrosa. En primer lugar, lo es para el propio individuo, que vive en una búsqueda del resultado inmediato que sólo le puede generar insatisfacción, que le impide embarcarse en grandes proyectos - personales o empresariales - realmente transformadores. Cualquier cosa que dure más de unos pocos días parece un proyecto colosal, no digamos ya embarcarse en un cambio que sólo van a poder ver futuras generaciones.

Pero el cortoplacismo aún es más peligroso para el ser humano como especie. Problemas como el efecto invernadero, la desaparición de la biodiversidad, las diferencias entre países pobres y ricos o la erradicación del terrorismo, no pueden ser abordados con la pretensión de lograr una solución inmediata. Los grandes problemas requieren soluciones a largo plazo; exigen invertir hoy para tener soluciones mañana, soluciones que en muchos casos no llegaremos a ver nosotros mismos. No son problemas muy "rentables", políticamente hablando, en sistemas electorales pensados para periodos de 4 a 6 años.

La ley de Moore

Cuando Brand reflexiona sobre el aumento del cortoplacismo, inevitablemente lo asocia a la aceleración de la actividad humana. Y esta aceleración humana está íntimamente relacionada - sino causada - por la aceleración tecnológica. Pero, ¿cómo y por qué vivimos en esta avalancha de innovación tecnológica?, ¿dónde reside la causa última de que la tecnología no sólo no se detenga, sino que se desarrolle a una velocidad cada vez mayor?

Gordon E. Moore nos dio una clave para entender este proceso en 1965. En un artículo científico titulado "Abarrotando los circuitos integrados con más componentes", tras observar datos de los últimos 10 años, Moore se percató de que la capacidad de alojar transistores en un mismo espacio se había duplicado cada año, y predecía que esa tendencia seguiría por lo menos 10 años más. Según Moore, esa capacidad de poner más y más transistores en un mismo circuito integrado abría la puerta a un desarrollo tecnológico sin precedentes que cambiaría nuestras vidas.

Moore acertó tanto que su predicción pasó a conocerse como "Ley de Moore". Con el paso de los años, se vio que en realidad la capacidad de integrar transistores en el mismo espacio se duplicaba cada 18 meses en lugar de 12, pero la tendencia no sólo se cumplió hasta 1975, sino que siguió hasta 1985, 1995, 2005 y aún estamos cumpliéndola en 2015.

Efectos de la ley de Moore

Los circuitos integrados son la base de la electrónica y la computación. Duplicar su capacidad implica tener ordenadores y dispositivos el doble de potentes cada 18 meses. Y tener ordenadores más potentes facilita el desarrollo tecnológico, lograr más capacidad de integrar transistores en el mismo espacio físico, obtener así ordenadores más potentes... formando una espiral de desarrollo acelerado.

Los efectos de esta aceleración son obvios. Si comparamos nuestra tecnología actual con la de hace 60 años, y hacemos lo propio con la tecnología de hace 60 años con la de hace 120, es patente la diferencia: cada vez producimos rupturas tecnológicas con más frecuencia.

La clave para entender este fenómeno está en la idea de "duplicar cada 18 meses". Un crecimiento de este tipo se conoce como crecimiento exponencial. Los seres humanos estamos acostumbrados a vivir en escalas aritméticas (1,2,3,4,6,...40), así es como percibimos el paso del tiempo, el crecimiento de las plantas... la vida. Nos cuesta asimilar un crecimiento exponencial (1,2,4,8,16,...1 trillón). Los cambios que se producen a este ritmo alcanzan dimensiones grotescas en cortos periodos de tiempo.

¿Qué efecto produce esta velocidad en las personas? Se suele decir que un cambio cuantitativo suficientemente grande deja de ser cuantitativo y pasa ser cualitativo: cuando el ordenador de los años 80 pasa a ser varios órdenes de magnitud más rápido, ya no podemos hablar del mismo ordenador, tenemos algo completamente diferente. Si esto es cierto, pensemos en el efecto que tiene una aceleración exponencial en la vida humana. Ya no podemos hablar de cambios cuantitativos ni cualitativos, sino de cataclismos. Algunos autores hablan de una singularidad, haciendo referencia a un punto en el tiempo en el que las leyes que solían gobernarlo ya no aplican. ¿Nos estamos acercando a esa singularidad?

Ley de Moore o muro de Moore

Brand utiliza una bonita metáfora para describir cómo percibimos esta velocidad de cambio. Representemos un crecimiento exponencial como el que describe la Ley de Moore. En el eje horizontal trazamos el paso del tiempo, en el eje vertical y en color rojo, trazamos el cambio producido a velocidad exponencial, doblándose cada 18 meses. A modo de referencia, la línea azul apenas visible sería un cambio lineal o aritmético. El aspecto de este gráfico es el siguiente.

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Para los seres humanos, acostumbrados a vivir en escalas lineales, la ley de Moore se está convirtiendo en el muro de Moore, una cuesta arriba cada vez más empinada, cada vez más difícil de seguir.

El valor del tiempo

Una última reflexión acerca del efecto, en ocasiones paradójico, de la ley de Moore aplicada a la vida de las personas: si esta ley es cierta, ¿con el transcurrir del tiempo, el tiempo es más o menos valioso? O en otras palabras, este tiempo comprimido que nos toca vivir, ¿es más caro o barato? El precio por minuto es mayor pero, ¿sucede lo mismo con el valor? ¿El intenso progreso hace que todo sea mejor o simplemente más temporal?

Particularmente tengo una posición muy clara al respecto. Anímate a compartir la tuya en los comentarios de este post.

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