¿Por qué procrastinamos?

Sí, lo confieso: soy un procrastinador. Lo descubrí hace tiempo. No soy un gran procrastinador, pero sí lo suficiente como para padecer los inconvenientes de este fallo en el funcionamiento de la mente.

Pero vayamos por partes. Procrastinar es el acto de dejar para más adelante algo que podríamos hacer ahora. A simple vista, no parece un gran problema, "es algo humano" puedes pensar. El auténtico problema viene cuando este acto de posponer no es ocasional, sino constante.

Si no has oído hablar nunca de este fenómeno, te recomiendo la lectura de este divertidísimo post de Tim Urban  (en inglés). Si ya lo conocías, te lo recomiendo aún más. Y si eres un procrastinador, no te lo puedes perder.

Cómo es el proceso de procrastinar

El post anterior describe de forma maravillosa como funciona la procrastinación. El cerebro de un no-procrastinador está gobernado por un tomador de decisiones racional que hace cosas con sentido, que piensa a largo plazo, una especie de timonel de nuestra vida. El cerebro de un procastrinador también... pero su timonel está acompañado por una pequeña mascota: el mono de la gratificación instantánea.

 

 

Cada vez que el timonel se propone hacer algo responsable que dará frutos a largo plazo como trabajar o estudiar, el mono de la gratificación instantánea empieza a tener grandes y brillantes ideas como ver la televisión, echar un vistazo a un entretenido video de youtube de caídas absurdas o leer los apasionantes comentarios que tus amigos hacen en Facebook informándote de que están tomando un café o viendo una película.

 

Todas las actividades que el mono de la gratificación instantánea propone tienen algo en común: son moderadamente placenteras y, lo más importante, no requieren esfuerzo, es placer inmediato.

 

Pero, ¿cómo puede el timonel, un tipo inteligente y planificador, dejarse engañar por el mono de la gratificación instantánea? El argumento del mono es simple: hay tiempo para hacer este trabajo importante más tarde. Ese rato de ver la TV o de mirar un video de youtube va a ser breve, en seguida nos pondremos a hacer el trabajo importante. Pero en realidad, detrás de una actividad placentera viene otra y otra... y el tiempo restante para hacer lo importante se escurre de nuestras manos.

 

El monstruo del pánico

Pero, ¿acaso los procrastinadores no pueden hacer nunca nada de provecho?, ¿no son personas capaces de aprobar un examen o entregar un trabajo? La gran mayoría sí que pueden, gracias a un mecanismo que los protege: el monstruo del pánico.

Cuando un procrastinador entra en la espiral de actividades tan moderadamente placenteras como absurdas, dejando escapar el tiempo miserablemente, finalmente alcanza un punto en que casi ya no queda tiempo material para hacer lo realmente importante. Sólo en este punto, cuando casi es imposible arreglar el entuerto, cuando apenas queda esperanza... aparece el monstruo del pánico, ahuyentando al mono de la gratificación instantánea y devolviendo el control al timonel racional.

 

Las situaciones absurdas provocadas por la procrastinación acaban resolviéndose en el último minuto gracias al estado de concentración extrema y a la enorme capacidad de trabajo en la que podemos desarrollar cuando somos presa del pánico: pánico a no tener ese trabajo entregado a tiempo, a fallar en un examen... a fallar en nuestra responsabilidad.

 

 

No siempre está bien lo que bien acaba

Bueno, pues no es tan grave entonces, si al final todo acaba bien. Simplemente concentramos nuestro trabajo en el último momento.

¡No es tan sencillo!. La procrastinación es un grave problema por varias razones:

1. No siempre llegamos a tiempo. Hacer las cosas en el último momento no deja margen de error.

2. No es agradable tener que resolver un problema a toda velocidad, con la angustia de pensar que no llegas a tiempo.

3. No nos permite brillar en la tarea importante, no tenemos margen para reflexionar, mejorar lo que hacemos,.

4. Nos priva del placer de hacer cosas importantes, a largo plazo. Nos limita a los pequeños placeres.

Tim Urban describe situaciones personales grotescas ocasionadas por una procrastinación enfermiza:

En la universidad, la repentina libertad personal desenfrenada fue un desastre para mí. No hacía nada, nunca, por ningún motivo. La única excepción era cuando tenía que entregar algún trabajo de vez en cuando. Los hacía la noche anterior a la entrega, hasta que me di cuenta de que podía hacerlos durante la noche, y así lo hice hasta que me di cuenta de que en realidad podía empezar a hacerlos por la mañana temprano el mismo día de la entrega. Este comportamiento alcanzó niveles cómicos cuando fui incapaz de empezar a escribir mi tesis de graduación de 90 páginas hasta 72 horas antes del límite de entrega, una experiencia que terminó conmigo en el consultorio médico del campus, aprendiendo que la falta de azúcar en la sangre era la razón por la que mis manos se habían entumecido y se encogían contra mi voluntad (logré entregar la tesis, pero no fue una buena experiencia).

 

Y muchas empresas los saben...

Viendo lo anterior, no creo que puedas pensar que la procrastinación es algo bueno para el ser humano. Es casi una tara del funcionamiento del cerebro, más pronunciada en unas personas que en otras.

Y sin embargo, muchos productos y servicios apelan a este mecanismo para lograr un gran éxito de ventas. Algunos de los grandes éxitos comerciales de los siglos XX-XXI se alimentan de la procrastinación. La TV, los ordenadores personales y las videoconsolas han sido algunos de los grandes depredadores de procrastinadores; en su haber quedan millones de horas improductivas de pobres personas incapaces de ponerse a estudiar, trabajar, hacer las tareas del hogar...  Internet no ha hecho más que recoger su herencia, aprovechándola de forma mucho más eficaz: es procrastinación a la carta. Youtube, Facebook o Twitter son auténticas pesadillas del procrastinador, sitios capaces de consumir horas y horas totalmente improductivas. El iPhone llevó las cosas un poco más lejos: ofreció la oportunidad de llevar la procrastinación a cuestas. Aquellas horas de transporte público medianamente productivas a través de la lectura se transformaron en interminables sesiones de Angry Birds o Candy Crash. Y así seguimos avanzando...

 Y la solución es...

Por lo visto un simple diccionario tiene la solución al problema. Siempre que buscas información sobre este tema, aparece el mismo consejo: "Evita la procrastinación". Así de simple y elegante.

Ya puestos, podríamos recomendar a la gente obesa que no coma demasiado, a los deprimidos que eviten la apatía y de paso, que alguien diga a las ballenas que deberían evitar quedarse varadas en las playas.

Evitar la procrastinación por un simple acto de voluntad sólo es posible para los falsos procrastinadores, aquellos que creen ser procrastinadores por consultar un par de veces Facebook en el trabajo. Resolver el problema sólo es posible, de forma parcial, mediante una serie de ejercicios que no son simples. Y que explicaremos en un próximo post...

 

----

Añado el enlace a un video interesante en el último instante (como corresponde a un buen procrastinador). Adam Grant explica los sorprendentes hábitos de las personas originales. El hábito de procrastinar está entre ellos. Descubre cómo aquí (en inglés).

¡Suscríbete a nuestro boletín de noticias para recibir actualizaciones exclusivas y las últimas noticias!